1 de agosto de 2011

Reflexión Matutina III

En esta mañana me gustaría compartir una de las enseñanzas más reveladoras que han podido llegar a mis manos, los fundamentos del verdadero amor; no del amor de pareja, no del amor de una madre, no del amor de un amigo... sino del Verdadero Amor, aquel que no tiene contrario, que está más allá de la mente y su dualidad, aquel que nunca podremos definir porque como el Tao: no puede ser expresado.


Thich Nhat Hanh dice que  el verdadero amor tiene la capacidad de dar alegría y felicidad a la persona que amas. Quien ama, observa a quién porque así se abre paso la comprensión que es la esencia del verdadero amor. Dedicar tiempo a estar presente y atento y observar profundamente. 

A eso se le llama comprensión. El verdadero amor es compasión, deseo y capacidad de colaborar con aliviar el sufrimiento de otra persona. Para conocer la naturaleza de su sufrimiento y ayudarla a cambiar, también hay que observarla profundamente. Para eso es necesaria la meditación. Meditar es observar a fondo la esencia de las cosas.
El verdadero amor nos deja alegría. Si en el amor no hay alegría, no se trata de verdadero amor. Si en cualquier relación no hay alegría, seguro que no hay verdadero amor.
El verdadero amor hace alcanzar la libertad. Cuando se ama de verdad se le da al otro una absoluta libertad. Si no es así, no se trata de un verdadero amor. El otro debe sentirse libre, no solo por fuera, sino también por dentro.

Pienso que este es el ideal, no sólo en una relación de pareja; sino en todo tipo de relaciones incluso la que tenemos con la naturaleza. 

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